En el mundo existen más de 7,000 idiomas, y el 43%, como si fueran especies raras, están en peligro de extinción. Antes eran las órdenes religiosas las que trataban de preservarlos, pero hoy son algunas ONGs y organismos públicos los que se esfuerzan para que estas lenguas no desaparezcan. ¿Es realmente posible salvar estos idiomas en la era de Internet?
Un poco de historia. ¿Sabían que algunos idiomas americanos contaban con una gramática antes que algunas lenguas europeas? La primera gramática del Náhuatl, el idioma de los Aztecas, fue escrita por los franciscanos en 1531. La primera gramática del Quechua, el idioma de los Incas, fue escrita por un monje dominico en 1547. Pero hubo que esperar unos 26 años más para la primera gramática alemana y casi 40 años para la primera gramática en inglés.
En esa época, el oficio de las órdenes religiosas misioneras en la América española era evangelizar, y aprender el idioma de los nativos era esencial en esa labor. Gracias a eso, hoy en día el Náhuatl, el Quechua, el Quiché de Guatemala, el Guaraní de Paraguay y otros idiomas vernáculos de la América precolombina han sobrevivido. Sin embargo, el empuje del comercio, los medios de comunicación y la influencia de Internet a través de los dispositivos móviles están arrinconando estos idiomas ancestrales, no solo en las Américas sino también en Europa, donde hay cientos de lenguas y dialectos minoritarios que solo sobreviven gracias a la voluntad de sus hablantes.
Preservar la diversidad lingüística es importante porque también significa preservar la diversidad cultural. Pero la realidad es que, al final del día, las personas somos cómodas y pragmáticas, y escogemos el idioma en el que nos resulte más fácil comunicarnos. Además, las empresas no quieren incurrir en gastos innecesarios al tener que multiplicar los idiomas en los que venden sus productos y servicios.
En la era de la globalización, los idiomas son algo espontáneo, y no se pueden imponer. Su supervivencia depende de su uso y aceptación por parte de las personas que los hablan. Un ejemplo de esto es el idioma gaélico irlandés. A pesar de los esfuerzos y el dinero para preservar y promover el gaélico irlandés, su uso se ha reducido drásticamente en las últimas décadas. Según datos del censo de 2016, apenas el 1.7% de la población irlandesa lo habla con fluidez.
En Estados Unidos, ese gran cementerio de lenguas, desaparecieron las lenguas nativas, tal vez a excepción del Navajo, por marginación y eliminación de sus hablantes. Los idiomas de la avalancha migratoria europea, como el alemán, también fueron eclipsándose. No hubo decretos, discriminación o imposiciones, sencillamente los propios hablantes y sobre todo sus hijos y nietos dejaron de hablar en los idiomas de sus padres y abuelos.
A pesar de esto, hay un idioma que ha ido prosperando en Estados Unidos, el español, que cuenta con casi 60 millones de hablantes.
Es cierto que aprender español es muy útil para comunicarnos con personas de diferentes partes del mundo, hacer negocios y optar a mejores trabajos. De hecho, muchos padres angloparlantes ponen a sus hijos Dora la Exploradora para que aprendan español.
Pero no todo se trata de lógica y practicidad. Sabemos que si alguien nos habla en nuestro idioma materno nos sentiremos más respetados y receptivos. Además, es importante para captar las comunicaciones de nuestros gobiernos o los mensajes publicitarios de las empresas que nos quieran vender algo. Por eso, preservar la diversidad de idiomas tiene mucho sentido político, comercial y cultural.
Incluso, la Oficina del Censo de Estados Unidos manda traducir a 50 idiomas, muchos asiáticos, en su afán de captar estadísticas de las minorías étnicas en ese país. En India, los canales de televisión difunden en más de una veintena de idiomas para llegar a su audiencia diversa. Las campañas de marketing en España también incluyen el catalán porque hay millones de personas que lo hablan.
Es decir, resulta fundamental que las ideas y los conocimientos fluyan entre los idiomas, y de ahí surge el trabajo creciente de la industria lingüística, la de traductores e intérpretes, la de empresas de audio y video multilingüe como Prime Group. El sector podría mover este año 70 mil millones de dólares, según la consultora Common Sense Advisory.
Pero ¿Qué sucede con aquellos idiomas que no tienen interés político o comercial? ¿Qué pasa con las lenguas que están en peligro de desaparecer cuando fallezcan sus últimos hablantes?
Es aquí donde entran en juego organizaciones como LivingTongues, que lucha por el mantenimiento de esos idiomas raros porque considera que los derechos lingüísticos son derechos humanos.
LivingTongues trabaja gracias a donaciones y al esfuerzo de voluntarios para crear lo que ellos llaman «Diccionarios Vivientes» o Living Dictionaries, una herramienta multimedia que permite que los idiomas minoritarios sobrevivan. En su plataforma en línea, podemos descubrir casi un centenar de lenguas, cuyos vocablos y sonidos están registrados y disponibles para su uso.
Gracias a su labor, hoy en día tenemos codificado el Arameo, el idioma que hablaba Jesucristo. También podemos acceder a la antiquísima lengua Sumeria de Irak, o el Sami de los lapones del Norte de Rusia. Gracias pues a la tecnología y al esfuerzo de los voluntarios se pueden fijar y conservar estos idiomas para las futuras generaciones, enriqueciendo a la humanidad con conocimientos ancestrales.
La noble labor de LivingTongues es comparable con la de aquellos misioneros que hace cuatro siglos intentaron preservar lenguas de manera rudimentaria.