Árabe, un tesoro escondido

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El árabe es la quinta lengua del mundo hablada por casi 320 millones de personas. Sin embargo, el Árabe apenas logra abrirse camino fuera de los 25 países donde es oficial. Hay pocos estudiantes, pocos arabistas en Occidente, y lo que es preocupante es que desde el árabe y hacia el árabe se traduce muy poco en relación a su importancia.

¿A qué se debe este confinamiento del árabe? 

Sabías que, si no hubiera sido por el árabe, no habríamos tenido la ciencia moderna, no habríamos conocido el pensamiento de la antigüedad clásica, no habríamos accedido a los avances de las civilizaciones de China e India. Qué hubiera sido de las matemáticas, qué hubiera pasado con la filosofía, por no hablar de la medicina.

Sí dejando a un lado la ignorancia y arrogancia de Occidente, lo cierto es que gracias al mundo árabe pudimos dar un salto hacia adelante. 

Y eso se lo debemos a un rey español Alfonso X el Sabio que fundó en el siglo XII la Escuela de Traductores de Toledo. Esta institución medieval se dedicó a traducir obras literarias y científicas del árabe al latín y al castellano y de estos idiomas al resto de lenguas europeas. 

La traducción y difusión de los libros de Al-Farabi, Avicena, Averroes y Al-Khwarizmi fueron clave en el Renacimiento y en el avance de la cultura y el conocimiento en Europa. O sea, sin la traducción de las obras escritas en árabe, difícilmente habríamos tenido a Galileo o Newton, Descartes o Kant. 

Después de esa época dorada, el árabe quedó arrinconado debido a la expansión política y territorial europea y las cruzadas cristianas contra el mundo musulmán. 

También el hecho religioso fue mermando la importancia del árabe en Occidente al asociarse este idioma al islam. Es decir, si el árabe se estudia es sobre todo porque es el idioma del Corán. 

Las guerras en el Medio Oriente y la tragedia del 11 de septiembre cambiaron la percepción del árabe en una buena parte del mundo, asociándolo injustamente a belicismo e integrismo religioso.

Pero hay otra barrera que ha impedido su popularidad mundial y es el hecho de que el 

Árabe está muy lejos de ser un idioma unificado como puede ser el inglés o el Español. 

El árabe tiene múltiples dialectos, y son tan diferentes que casi pueden considerarse lenguas. Por ejemplo, el árabe magrebí le impide a un hablante de Marruecos comunicarse fluidamente con un jordano que habla árabe levantino, tampoco se entenderá con un qatarí que habla árabe del Golfo Pérsico. Solo llegan a entenderse si su educación es superior y tienen conocimientos del Árabe Standard Moderno, el cual de Moderno tiene poco, porque, aunque hay palabras actuales, lo cierto es que una buena parte del vocabulario y la gramática arrancan del Corán, escrito en el siglo VII. El Corán como sabéis, el libro sagrado en el que Mahoma plasmó los principios de la religión islámica.

Ah, por cierto, tal vez momento de corregir un prejuicio muy extendido, los árabes son los habitantes de la península arábiga, un argelino o un sirio, no son étnicamente árabes. Si comúnmente hablamos de los árabes y del mundo árabe nos referimos a las personas que hablan árabe, o mejor dicho dialectos árabes. Imagínese si llamáramos españoles solo a los que hablan español, no creo que les gustase a los mexicanos 😉

Volviendo al idioma árabe decir que si muchos estudiantes occidentales de árabe apenas pasan del segundo año es porque se dan cuenta que si aprenden la variedad egipcia, la más numerosa, no les sirve de mucho si quieren practicar su árabe en Dubái, Argelia o Damasco. Ser arabista tiene mucho mérito: el árabe tiene una gramática compleja, un vocabulario inmenso y se escribe de derecha a izquierda.

¿Y qué sucede con los estudiantes árabes? Pues no lo tienen fácil, porque los libros que estén escritos en ese árabe que llaman Moderno, y que en realidad es un árabe clásico, necesita signos fonéticos para poderlo leer con precisión. El alfabeto árabe se compone de 28 letras y utiliza signos diacríticos denominado Tasquil para indicar las vocales y la pronunciación correcta de las palabras. ¿O sea, hay que saber también de lingüística si se quiere estudiar una determinada materia en árabe? Pues, pareciera que sí, pero en realidad NO, porque al final ese estudiante de medicina de la universidad de El Cairo termina usando libros en inglés, porque le resulta más fácil, y porque no tiene libros árabes de medicina ya que no tendrían salida, además de la posible censura religiosa que supone todo lo relacionado con el cuerpo humano.

En fin, el resultado es que apenas se traduce hacia el árabe o desde el árabe.

Según datos de The Economist, el mercado del libro en árabe es solo una cuarta parte del mercado del libro en Bélgica, o fíjense en este dato: en un solo día se traduce del inglés al español, tanto como se traduce en todo un año del inglés al árabe.

Porque siempre que se quiere traducir al árabe, o grabar audio en árabe no es fácil ponerse de acuerdo sobre cuál es la variedad más adecuada para llegar al mayor número de gente. Muchos dicen que la egipcia, otros la levantina, pero entonces olvidaríamos el árabe del Magreb. Al final, si es una película no se dobla, se ponen subtítulos en árabe clásico. 

Dicho esto, quiero rendir tributo a un idioma que quizá por esa variedad y complejidad es como un jardín inmenso y frondoso. Sí, el árabe es un idioma milenario y de gran cultura, de sonoridad solemne por sus sonidos guturales, y también bello y poético por sus figuras retóricas. 

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